17
de Julio 2015
Eran
las nueve de la noche, llegaba de hacer las compras para la siguiente semana,
había ido con los amigos con quienes vivía en la casa que rentaría por mes y
medio en Ensenada. Sentados en la mesa, hablábamos sobre los planes de la
semana, uno de mis amigos que llevaba algunos meses viviendo en el puerto, nos
recomendó una página de internet que anunciaba los eventos deportivos, arte,
cultura y entretenimiento. Muy sorprendido quedé cuando mi amigo encontró
anunciado un concierto de Natalia al día siguiente en los viñedos L. A. Cetto,
en Valle de Guadalupe, Ensenada.
De
inmediato sentí emoción y un poco desconcertado. Según yo, estaba al tanto de
los conciertos de Natalia, pero de este no sabia nada. Era mi quinto día en
Ensenada, no sabía cómo moverme en la ciudad, ni mucho menos donde estaba L. A.
Cetto. Google y la señora que me rentaba solucionaron rápido estas dudas. El
concierto era a unos 40km de Ensenada, no se me hacía muy lejos, diario me
desplazo esa distancia para llegar a la escuela, se me hacía fácil (pum, primer
error). Pregunté cómo llegar y me dieron algunas indicaciones, pero no muy
exactas. Me fui a dormir.
18
de Julio 2015
Desperté
como a las 10, de inmediato escribí a Queta, quien es manager de Natalia,
quería confirmar bien el evento, el lugar, y de paso ver si podían darme ride
de Ensenada a L. A. Cetto. Estaba confirmado el concierto, pero ellos llegarían
desde Tijuana, así que no podrían llevarme. Pregunté a todos los que pude y las
respuestas me llevaron a tomar el autobús que va hacia Valle de Guadalupe, el
cual sale cada 30 min. De donde me dejará tendría que caminar a los viñedos,
“estaba cerca” me dijeron 4 personas. Por las prisas, salí de mi casa con 100
pesos, todo el efectivo que tenía, suponía habría un cajero o podría pagar con
tarjeta.
A
las 3 p.m. estaba tomando el pequeño autobús de la central El Vigia, con un sol
muy fuerte y sueño, iba dando cabezazos al pasajero de un lado, mientras el
autobús viajaba en carretera pasando por pueblos de algunas cuantas casas. Debí
de a haberme quedado dormido unos minutos porque al despertar ya no tenía nadie
a mi lado. Voltee y vi cómo nos alejábamos de un pequeño poblado. Pregunté
rápido al chofer, y me baje enseguida. El autobús ya iba de vuelta a Ensenada y
el poblado que dejábamos atrás era Valle de Guadalupe.
Con
70 pesos en mi bolsa, entré a una tienda a comprar una botella de agua, el
calor era sofocante. Obviamente compre la más barata, no esperaba que pudiera
pagar con tarjeta, por fortuna vi la terminal y mi quede con los 70 pesos.
Aproveche para preguntar al que me atendió, el ultimo camión pasaba a las 7:30
p.m. y L. A. Cetto estaba “aquí adelantito, a 5 min verás el letrero”. Salí y
camine. Serán los prejuicios que los del centro del país tendremos sobre el
norte, pero la verdad, ya me empezaba a dar miedo. Solo caminando en una
carretera que no conocía, sin dinero, acababa de perder la señal de mi teléfono,
y de vez en cuando pasaban camionetas.
En
el camino, me encontré con un señor sentado, me siguió con la mirada desde que
me pudo ver a lo lejos, me asuste cuando al pasar a un lado me gritó “Hey, ¿Qué
hora es?” Pensé, “rayos, así empiezan muchos asaltos, quiere ver que reloj o
teléfono traigo”, contesté “La verdad no sé, no traigo reloj”, y entonces dijo
“¿Tú te peinas para acá o para allá?” que acompañó con un movimiento de mano en
su cabello, yo respondí “para allá” imitando uno de los movimientos, por ultimo
dijo “Péinate para acá, como Benito Juárez”. No supe que decir, y seguí
caminando, por alguna razón, lo último que dijo me asusto más. Mientras
caminaba (corría) voltee varias veces para ver si no me seguía, lo veía sentado
aun, hasta que lo perdí de vista.
Una
hora después de caminar, llegué a donde vi a la primera persona que “dirigía”
el tránsito de autos, era trabajador de L. A. Cetto y pregunte para confirmar,
me veía raro, todos llegando en autos (porque no había otra forma de llegar),
la mayoría autos caros, y yo llegaba caminando. Seguí sus indicaciones hasta
que llegue después de caminar otros 500m a un estacionamiento. Ahí me subieron
a un pequeño transporte que nos llevaría a la entrada del concierto.
Empecé
a sentirme incomodo cuando todos los que se subían iban de traje, con vestidos
largos, todos muy elegantes. Yo iba de mezclilla, tenis y la camisa más formal
que tenía. Entonces, me di cuenta que las señoritas frente a mi eran de la
revista Hola (o Caras, la verdad no me acuerdo) y hablaban sobre la rueda de
prensa, se bajaron antes de llegar, porque decían, ese era el lugar de la
conferencia. Me bajé con ellas. Comenzaron a platicar conmigo, dijeron “Te
vimos en la carretera caminando, si hubiéramos sabido que venias para acá, te
traimos” con la cara roja, no se si de pena o del terrible sol de ese día, les
dije “Si, vengo al concierto y a la rueda de prensa”. Minutos después nos
dijeron que no habría y caminamos hacia la recepción del lugar.
Llegué
junto a lo que parecía una fábrica (donde se producía el vino), en la
recepción, personas muy elegantes atendían a las otras personas más elegantes
que iban llegando. Yo no sabía dónde ir y pregunté por Queta, quien me había
dicho tendría mi boleto, la respuesta fue el clásico “No conocemos a esa
persona, no te podemos dar información”. Sin señal de teléfono para hablar a
Queta y desesperado insistí hasta que uno de ellos me presto su teléfono y
llamé. Queta me dijo que aún no llegaba, que la esperara en la entrada. El
concierto iniciaba a las 7, eran las 6.30 y me di cuenta que la entrada del
equipo y staff era por otro lado, Queta jamás pasaría por donde yo estaba, así
que me fui a parar a la otra entrada de autos.
Las
7pm y nada, para que te des una idea del lugar, para donde voltearas veías
montañas a lo lejos, vides más cerca, y tierra, a excepción de la fábrica junto
a mí. Con ganas de ir al baño por el agua que tomé, fui a buscar uno. Al salir
y regresar a tomar mi puesto, a lo lejos veo pasar una Van y en el asiento de
copiloto veo a Chango (técnico de audio de Nat) y dije “chin ya pasaron”, corrí
en vano, no los alcance antes del primer control. Me quede ahí pensando unos
minutos, cuando veo venir un Jeep, no recuerdo quienes iban delante, pero atrás
venia Queta y Natalia. Se detuvieron, Queta bajo el vidrio y lo primero que
dijo mientras reía fue “Estás loco, estás loco” mientras Nat me saludaba con su
mano, me dijo que la esperara, ella mandaría el boleto a la recepción y que me
hablaría al teléfono de donde le llame, ya le había dicho que no tenía señal.
Unos
minutos después, el que me presto el teléfono recibió la llamada, pregunto por
mi y me dieron mi pulserita. Al pasar la recepción, se debía tomar otro camión,
que subía a los asistentes hasta el lugar final del concierto, una terraza a la
mitad de un cerro, con una vista genial a todo el valle de viñedos y un
atardecer increíble. El lugar hasta plaza de toros tenía, había una zona VIP,
vendían vino y comida (afortunadamente, porque moría de hambre). Lo malo, con
mis 70 pesos no me alcanzaba para nada, lo bueno, las botellas de agua
eran gratis, lo feo, nadie aceptaba tarjeta, como podrían si estábamos a la
mitad de la nada, no llegaba señal para las terminales. Solo había una terminal
y era en la zona VIP, a la cual no podía pasar.
El
concierto inicio unos 10 minutos después de que llegue al lugar, corrí para
tener el mejor lugar para las fotos. Natalia en un vestido blanco y fresco,
salió al escenario junto a sus músicos. Natalia se veía muy alegre
interpretando todos los temas, en algunos con bailes muy locos, en otros,
sentada en el piano. El concierto fue genial, como todos, con Hasta la raíz de
protagonista, pero no sin pasar por HuHuHu, Casa y su primer álbum, con novios
peleando por ahí y gente que disfrutaba el concierto cantando, llorando,
bailando y gritando con todo.
Acabó
el concierto cerca de las 10:30 pm y venia lo bueno, como regresar a casa.
Corrí a los camerinos, esperando ver a Queta o Nat, eran las únicas personas
que conocía en el lugar, tal vez se apiadarían de mí y me llevarían al pueblo
más cercano. Espere un rato detrás de la valla, no salía nadie, llegaron
algunas fans y esperaron también, platiqué con ellas, todos esperábamos ver a
Natalia. Paso un señor, quien me había dado la pulsera para entrar, al parecer
era el organizador del evento, al verme me dijo “¿Tu eres Rodrigo,
verdad? Te estuvieron buscando todo el concierto, pasa”, no sabía que
responder, solo pasé y me lleve a las otras fans que estaban esperando afuera.
Para
nuestra mala suerte, justo llegamos, Natalia ya se iba. Al parecer era cierto,
todos me buscaban, al llegar decían “¡Ah!, él es Rodrigo, a quien buscaban, por
fin” No tengo la menor idea de quienes eran. Solo hubo tempo para saludar a
Queta y a Natalia, quien ya se había subido a la camioneta, pero bajó a
saludar. No hubo tiempo para más, se fueron. Me quede platicando unos minutos
con algunos miembros de la banda.
Terminaron
por irse todos, menos Alfredo Pino, quien se quedó un poco más en la fiesta que
siguió al concierto. Eran como las once de la noche y yo sin cómo irme a casa.
Esperando que alguien fuera hacia ensenada y me llevara, me quedé en la fiesta
hasta que acabo. Nadie iba para allá. Baje al estacionamiento, ya casi no había
autos. Eran cerca de las 2 a.m., un taxi esperaba a que sus clientes bajaran,
mientras platicaba con él. Ya me había resignado a quedarme una noche al aire
libre, el cielo era hermoso, despejado con tantos puntitos que no parecía ser
el mismo cielo que se ve en el D.F., los precios de los taxis: $1000 hacia
Tijuana, $350 hacia Ensenada, y yo $65, ya había perdido 5 pesos no sé dónde.
Que podía hacer a la mitad de la nada, de noche, sin dinero, sin señal en el
teléfono, sin chamarra. Un sujeto se había ofrecido a llevarme en su camioneta,
no lo conocía y peor aún, iba tan borracho que ni los lentes se podían poner,
no acepte.
El
taxista me dijo “¿Cuánto traes? ¿Tan poquito? Ni para la gasolina, ni modo,
tendrás que esperar a que amanezca y caminar a Valle de Guadalupe y tomar el
camión de las seis. Afortunadamente, los clientes del taxi no bajaban, ya eran
casi las 2:30 a.m. y no quedaba gente, digo afortunadamente porque entonces
dijo “Ya súbete, vamos a ver si vemos a alguien en el otro estacionamiento”. Ya
no había nadie a quien recoger y entonces regresamos a Ensenada. De regreso
platicamos hasta que llegamos a una desviación, yo vivía hacia la izquierda, él
vivía hacia la derecha. Ahí me bajé. Le dejé los sesenta y cinco pesos y caminé
otros cuarenta minutos hasta llegar por fin casi a las cuatro de la madrugada a
mi casa.
Ese fue uno de esos conciertos que nunca olvidaré.
Por Rodrigo García
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